“Los Archivos del Cardenal”, “El Reemplazante”, “Héroes Invisibles” y “Los Prisioneros” son algunas de las elogiadas series que Leonora González Jelincic, junto a su socio Sergio Gándara, ha desarrollado desde Parox, productora que por estos días presenta la primera ficción centrada en la experiencia de la Unidad Popular desde las vivencias de Salvador Allende y su círculo más íntimo. La profesional que lideró una proyección especial de la serie en la presente edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián habló con Teleseries.cl acerca de los desafíos que significó la realización del drama histórico que esta noche exhibe su episodio final en TVN y continúa su recorrido internacional con un próximo estreno en la televisión española.
Por Pablo Carrasco.
¿Cómo se originó “Los Mil Días de Allende”?
Esto empezó el 2019, faltaban aproximadamente tres años para la conmemoración de los cincuenta años del golpe y nos dimos cuenta que no existían prácticamente contenidos de ficción que hablaran de Salvador Allende y del período de la Unidad Popular. Entonces nos pareció que era un contenido tremendamente interesante y atractivo, y que existiera esta fecha que le iba a dar una significación particular. Trabajamos en la investigación, postulamos a un fondo de desarrollo que nos permitió hacer un teaser, sumamos a Nicolás Acuña, a Alfredo Castro, y con ese teaser postulamos al CNTV y ahí fuimos levantando financiamiento y el proyecto se materializó. A medida que se fue desarrollando el contenido hubo otros temas que nos empezaron a hacer mucho sentido, que tenían que ver con que de alguna manera se sabía muy poco sobre este período. Habían muchas cosas escritas y documentales, pero no existían contenidos de mayor impacto masivo que puedan transmitirse por la televisión abierta. Hay muchas falsedades con respecto a ese momento histórico como, por ejemplo, que a Salvador Allende se le quiso hacer un golpe de estado a raíz de su mal gobierno y en realidad, el Golpe de Estado se empezó a planificar desde mucho antes. Con respecto a los militares existe la idea de que todos los militares son golpistas. Pero existían militares que eran constitucionalistas, que respetaron las instituciones y la constitucionalidad del gobierno de la Unidad Popular. También está la idea de que Augusto Pinochet siempre estuvo en contra del gobierno de Allende y tampoco fue así. Fue muy colaborador con Salvador Allende, le dijo que lo iba a apoyar bajo cualquier circunstancia y Allende confió en él hasta el último momento. Son muchos temas y muchas cosas que nos hicieron seguir adelante con este proyecto, porque nos pareció que teníamos muchos elementos interesantes, además de ser una gran historia y una gran tragedia con grandes protagonistas. Aquí tenemos un personaje chileno que es muy conocido internacionalmente y que tiene que superar un montón de obstáculos. Es una historia que pone a Chile en la órbita geopolítica de todo el mundo. Lo que pasaba acá era mirado por todo el mundo y todos esos elementos nos hicieron visualizar que esta era una serie muy novedosa, atractiva y con un sentido particular si lográbamos hacerla para la conmemoración de los cincuenta años.
¿Siempre se pensó en Nicolás Acuña como director?
Cuando tuvimos que postular al CNTV le ofrecimos a Nicolás la dirección de este proyecto. En ese momento tuvimos que elegir a un director y pensamos en primer lugar en él, porque con Nicolás tenemos una mirada estética y política común. Hemos trabajado en proyectos exitosos y tenemos un recorrido de trabajo en conjunto, por ejemplo, hacer las dos temporadas de “Los Archivos del Cardenal” y “El Reemplazante”.
¿Cómo se dio el trabajo del equipo de producción con el de dirección y guión?
Al inicio empecé a trabajar con una investigadora, con un equipo de guionistas de desarrollo que fueron Carla Stagno y Manuela Infante, y después que ganamos los fondos del CNTV conformé el equipo de guiones con quien finalmente trabajé el proyecto, que son Carla Stagno como jefa de guión, Cristián Jiménez, Pablo Manzi y el guionista español Paco Mateo. Estuvimos varios meses trabajando en la mesa de escritura, definiendo los contenidos de cada uno de los episodios y los personajes que íbamos a tener. Hubo un trabajo difícil de selección y Nicolás Acuña y todo el equipo de dirección y producción de la serie se incorporó un poco más adelante. Ellos fueron leyendo los guiones y haciéndonos sus apreciaciones y comentarios que yo los fui trabajando, incorporando, algunos sí otros no, con el equipo de guionistas. Queríamos hacer ocho episodios y después bajamos a siete. Finalmente por temas de producción y de la cantidad de financiamiento que estábamos en condiciones de levantar optamos por cuatro episodios.
¿Fue difícil dosificar en solamente cuatro episodios los tres años del gobierno de la Unidad Popular?
El período de la Unidad Popular es tremendamente rico en hechos y en situaciones dramáticas. Fue un período de mucha esperanza y de deseos de transformación. Donde hubo gente que se opuso muy fuertemente a que en la sociedad chilena se pudiera materializar el proyecto de la Unidad Popular. Había muchas cosas que ocurrían y que eran dramáticamente interesantes. Entonces resumirlo en estos cuatro episodios, cuando inicialmente teníamos la idea de hacer más fue arduo. Pero este trabajo de síntesis, visto desde un punto de vista positivo, también nos hizo llegar a la esencia de lo que queríamos contar. Creo que de alguna manera es un trabajo que está bien logrado.
¿Qué tal resultó el trabajo de casting con Roberto Matus?
Es un director de casting que está en muchos de nuestros proyectos, por lo tanto, tenemos una forma de trabajar juntos y nos conocemos. Es un trabajo fácil y ameno. Hay actores que elegimos directamente nosotros, porque sabíamos que queríamos trabajar con esas personas, como Alfredo Castro, que no pasó por un proceso de casting. Pero todo el resto del elenco sí fueron actores que lidiaron con un proceso de casting y algunos de ellos fueron difíciles de elegir. Nosotros queríamos trabajar muy fuertemente en las caracterizaciones de los personajes y a pesar de que no necesariamente todos se parecen tanto a los personajes reales, sí nos importaba que hubieran ciertos elementos en el actor que nos remitiera al personaje real. Entonces el casting tuvo esa dificultad y estamos muy satisfechos de los resultados y pienso que el público y la audiencia lo reconoció.
¿Cómo se dio el proceso de caracterización del elenco y especialmente en quienes encarnaron a figuras históricas?
Se dio a partir de un estudio de los personajes históricos reales y la comparación con nuestros actores. Fuimos viendo cuáles eran los elementos de esos personajes que íbamos a rescatar para caracterizar a nuestros actores. Por ejemplo: las entradas del pelo de Marcial Tagle eran muy características de Patricio Aylwin o el pelo y la barba de José Tohá en el caso de Néstor Cantillana. La caracterización no tuvo que ver solamente con el look y el maquillaje sino que también con el estudio de vestuario de los personajes. ¿Qué colores ocupar? ¿Qué tipo de vestuario? ¿Cuáles eran los colores de los personajes de la Unidad Popular y cuáles eran los de los personajes que pertenecían al Partido Nacional o a la Democracia Cristiana? Se hizo un estudio muy acabado con la directora de look, con la directora de arte, con la jefa de vestuario y con el director. Mediante reuniones tomamos decisiones a partir de las posibilidades que tenía la producción.
¿Cuáles fueron las grandes diferencias de “Los Mil Días de Allende” con otras ficciones que han abordado la vida del ex presidente de la república?
La única ficción más o menos reciente que conozco que aborda a Salvador Allende es “Allende en su Laberinto” (2014), la película de Miguel Littin. Lo que él hizo fue abordar el último día del presidente o sea, el día del Golpe de Estado. Nosotros nos hicimos cargo de un período bastante más extenso. Desde la campaña de 1970 hasta el día de su muerte. Lo que nos interesó fue mostrar aspectos de Salvador Allende que no fuera solamente el Allende público, el héroe que está sobre un pedestal y que se convierte en una estatua de cierta manera, sino que también del ser humano, del Allende con sus contradicciones, mostrarlo con sus afectos, con las relaciones con sus amigos, las personas que él quería, su familia, su hija y con “La Payita”. Nos interesaba mucho generar una empatía con un personaje que fuera de alguna manera una persona de carne y hueso. Por ejemplo, un Salvador Allende con sentido del humor y que a veces hacía bromas que eran de mal gusto. Ese fue más bien el foco y la construcción del personaje que nosotros quisimos hacer.
¿Qué fue lo más desafiante y fascinante de abordar en esta ficción?
Que justamente sea una ficción basada en hechos reales y por lo tanto no tener toda la libertad creativa para que los personajes o la historia se muevan en la dirección que los creadores desean. Estábamos constantemente limitados por la cronología de los hechos y por lo que hicieron los personajes en la realidad. Pero al mismo tiempo era muy fascinante porque todo lo que leímos e investigamos también nos daba muchísimas posibilidades dramáticas. Es un momento muy intenso en nuestra historia, muy trágico, donde hay un gran deseo de transformación y, por otro lado, un gran temor a eso mismo. Entonces las confrontaciones, las pasiones y los obstáculos que tienen que enfrentar los personajes son enormes y eso desde el punto de vista creativo y narrativo era tremendamente fascinante. Lo desafiante era tener que hablar y abordar a los personajes de Allende, Frei y Pinochet, que son roles gigantescos en nuestra historia. La manera, el tono, la forma en que tú los tratas y los escribes también es un gran desafío.
¿Por qué es importante que una producción como “Los Mil Días de Allende” se haya estrenado este 2023 y precisamente en el mes de septiembre?
Porque fue la conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado, que fue un momento tremendamente trágico en nuestra historia. Una salida a una crisis política y social que no tendría necesariamente que haber sido así. Existe la idea y se ha repetido mucho que el Golpe de Estado era inevitable. Desde nuestro punto de vista y después de lo que investigamos, nos dimos cuenta que no era un desenlace inevitable. Que existía la posibilidad de que la política actuara de manera distinta y eso hubiera significado para nuestra historia política un futuro completamente diferente. No nos habríamos tenido que enfrentar como país a una sanguinaria dictadura como la que tuvimos que vivir con tantas víctimas. Es una serie que en este momento nos permite abrir una conversación y reflexión sobre la importancia de la democracia y cómo algo así, independiente de cuáles sean las dificultades sociales y políticas que enfrentamos como sociedad, no tiene que volver a ocurrir nunca más.
Fotografías reproducción RTVE.